Cuando Galileo construyó su primer telescopio y lo dirigió hacia el cielo, no desdeñó a Júpiter. El 7 de enero de 1610, estudió Júpiter y casi al instante se percató de que había tres chispitas cerca de él: dos en un lado y otra en la otra parte, todas en línea recta. Noche tras noche, siguió con Júpiter, y aquellos tres pequeños cuerpos seguían allí, con sus posiciones cambiando mientras oscilaban de un lado del planeta al otro. El 13 de enero, se percató de la presencia de un cuarto objeto. Llegó a la conclusión de que los cuatro pequeños cuerpos giraban en torno de Júpiter, lo mismo que la Luna alrededor de la Tierra. Fueron los primeros objetos del Sistema Solar, invisibles al ojo desnudo, en ser descubiertos por el telescopio. Asimismo, constituían una prueba visible de la existencia de algunos cuerpos en el Sistema Solar que no giraban alrededor de la Tierra.
Kepler acuñó la palabra satélite para esos cuatro objetos, según una voz latina para la gente que sirve en el cortejo de algún hombre rico o poderoso. Desde entonces, los objetos que rodean a un planeta han sido llamados así. Esos cuatro satélites de Júpiter fueron agrupados como satélites galileanos. Poco después del descubrimiento de Galileo, recibieron nombres individuales por parte de un astrónomo holandés Simon Marius. Desde el exterior de Júpiter son Io, Europa, Ganímedes y Calisto, cada uno de ellos un nombre de alguien asociado con Júpiter (Zeus para los griegos) en los mitos.
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